Hace un año me propuse hacer Menorca nadando– 216 km recorren la isla que me tiene enamorada desde que nací – con un único objetivo, concienciar a las personas de lo importante que es mantener nuestros mares libres de plásticos.
Cada año, me meto en el mar, en mi paraíso, en mi templo de paz y veo como poco a poco estamos acabando con nuestra fuente de vida.

Llevo visitando la isla de Menorca desde que nací, y no hay lugar en este mundo que me llene de tanta vida. Es una isla llena de encanto. Desde el color del agua, la vegetación y los rincones vírgenes que aún preserva, hasta sus pueblos y la gente tan maravillosa que los habita.
Cuando me planteé hacer este reto tenía el pleno apoyo de mi pareja que lo único que me dijo fue, qué necesitas para hacerlo. La mayoría de la gente a la que se lo contaba, o bien me decían “estás loca, no sabes lo que dices”, o bien me decían “sí sí”, mientras que por dentro sabían que era algo que no iba a conseguir.
Me puse en contacto con varias marcas prestigiosas a nivel nacional e internacional para dar visibilidad al proyecto y poder enviar este mensaje al mayor número de personas posible con el objetivo de que se sumarán a AMARELMAR, ya fuese acompañándome en alguna etapa o dándole visibilidad al proyecto a través de las redes.
El COVID-19 se puso en nuestro camino lo que nos supuso alguna que otra barrera; las marcas no se interesaron por el proyecto y a causa del cierre de gimnasios y piscinas no pude entrenar ningún día.
Cuatro meses después de haber terminado la aventura, puedo decir que estoy orgullosa y agradecida por la experiencia tan maravillosa que he vivido. Un total de 130 km nadando y 70 km en kayak en 16 etapas. La mayoría de etapas durmiendo en la playa y comiendo lo que llevábamos con nosotros. A lo largo de estas etapas afloraron en mí un gran número de emociones, desde positivas, negativas, emocionantes y constructivas.

Gracias a esta aventura, conseguimos recoger muchos plásticos que nos encontrábamos por el camino y un gran número de personas se sumaron a recoger los plásticos cada vez que iban a una playa.
Después de todo esto, me doy cuenta de que todo es posible mientras tengas claro el propósito y mientras confíes en ti misma. No es una carrera de velocidad, es una carrera de resistencia en la que hay días buenos y malos y todos los momentos que vives tienen algo que aportar.
Te das cuenta de que la vida es un camino largo en el que las personas y experiencias que te rodean te hacen crecer, en el que por muchas ideas locas que tengas hay que luchar por ellas.
Os animo a todos a perseguir vuestros sueños. Siempre habrá barreras y gente diciendo que es imposible. Seguid luchando por ello. Estoy segura de que con esfuerzo y corazón lo conseguiréis.